Anoche estuve viendo a Nacho Vegas en directo. El asturiano consiguió agotar las entradas de la sala SugarPop, lo que provocó que nuestro amigo Gominsky se quedara sin ver el concierto y de camino se ahorrara unos cuantos euros, porque estaba bien cobrado. Así que no me queda más remedio que poner en el blog lo que me pareció el concierto para que el bajista republicano se entere de lo que se perdió, o no.
La verdad es que Nacho -todos los que le conocemos desde hace décadas lo tuteamos-, estuvo "bien y cuando digo bien, es bien", parafresando a 'El hombre que casi conoció a Michi Panero'. Los que no estuvieron a la altura de el artista fueron los organizadores del concierto, ya que la sala Sugar Pop es demasiado pequeña.
Sería una sala perfecta para un músico de una trayetoria como la mía, nula, cabrían mi mujer y algún despistado más. Además, tiene columnas, así que sólo ven los cuatro que entran primero. La gente no veía al artista, el artista no veía al público porque se pasó el concierto mirándose los pies y con su flequillo rubio cayéndole sobre la cara. La gente que sólo oía la música se puso a hablar mientras se bebían sus cervezas y en las canciones en que Nacho Vegas sólo estaba acompañado por su guitarra acústica se oía más al murmullo que al cantante.
A pesar de todo me gustó el concierto, pero dudo que vuelva a ir a la SugarPop, salvo que sea estrictamente necesario.
P.D. Vale, vale, acepto Lapido como estrictamente necesario. Antes de que lo digáis vosotros, lo diré yo.
